SANTA CLARA DE ASÍS: LA PATRONA DE LA JDJ "SANTA CLARA LA LAGUNA 2024"

Un detalle bastante peculiar y llamativo (pero hermoso) relacionado a los nombres de los municipios de nuestra amada Guatemala, es que muchos nombres están compuestos por dos partes: una parte que contiene el nombre de algún santo o santa venerado por la Iglesia Católica y que casi siempre es el patrono o patrona del municipio, y por otra parte que consta de un vocablo proveniente de algún dialecto local que describe alguna característica que identifica al municipio; por ejemplo, en el nombre del municipio de San Martín Jilotepeque (en el departamento de Chimaltenango), las palabras "San Martín" provienen de San Martín de Tours (obispo católico nacido en la aristocracia militar de la Francia medieval), mientras que la palabra "Jilotepeque" (o "Xilotepeque") proviene de los vocablos del idioma náhuatl "xilotl-" (en español: "mazorca de maíz tierno") y "-tepé" (en español: "cerro" o "montaña").
Y efectivamente, San Martín de Tours es el santo patrono del municipio de San Martín Jilotepeque y una característica de este municipio es que sus terrenos son fértiles para el cultivo del maíz, algo que se ha convertido en la principal actividad económica de muchas familias del municipio para obtener su sustento diario.

El párrafo anterior nos deja claro que la devoción a los santos es una manifestación de la fe católica que ha sido parte vital de la sociedad guatemalteca desde su época posterior a la colonización española hasta nuestros días, ya que Guatemala siempre se ha destacado en toda Centro América por vivir la fe católica de una forma totalmente diferente a como la vivimos en el resto de países; esto se debe a la fuerte y rica influencia de las culturas y tradiciones locales en las celebraciones religiosas y/o litúrgicas (algunas tradiciones ancestrales se han adaptado a la fe católica) sin alterar la esencia de la sana doctrina católica ni la autenticidad del Santo Evangelio predicado por Jesús durante su ministerio público. 

Luego de esa pequeña introducción y volviendo al tema central de esta nota, ya que la devoción a los santos es parte importantísima de la fe católica del pueblo guatemalteco y ya que estamos en una página del Blog Oficial de CristoMix Radio dedicado exclusivamente a la JDJ "Santa Clara La Laguna 2024", esta parte del blog no estaría completa sin una nota dedicada completamente a Santa Clara de Asís; quienes son observadores, seguramente ya imaginaron la razón por la que no podemos dejar a Santa Clara de Asís fuera de esta parte del blog... sí, Santa Clara de Asís es la patrona de la Parroquia "Santa Clara de Asís" (la parroquia anfitriona de la JDJ 2024) y de Santa Clara La Laguna, el municipio del departamento de Sololá que se convertirá en la capital diocesana de la juventud durante la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo en el próximo mes de noviembre del presente año.
Sigue leyendo esta nota porque luego de una investigación bastante exhaustiva que realizamos como Sala de Redacción de CristoMix Radio para ti, te contaremos algunos datos sobre Santa Clara de Asís que a lo mejor no conocías; y si eres devoto/a de esta santa tan célebre y conoces algún otro dato que no mencionemos, no dudes en compartirlo con nosotros en la caja de comentarios que está al final de la nota. ¡Recuerda que la vida de la iglesia triunfante (los santos) son un modelo y ejemplo de vida para la iglesia militante (quienes aún peregrinamos en esta vida terrenal)!

Santa Clara de Asís
(Patrona de la JDJ 2024 de la Diócesis de Sololá - Chimaltenango)

Santa Clara de Asís nació el 16 de julio de 1194 en la ciudad de Asís (Italia), bajo el nombre de Chiara Scifi; fue la hija mayor del matrimonio conformado por el funcionario italiano Favorino di Offreduccio degli Scifi (Conde de Sasso-Rosso) y la princesa aristócrata Hortolana, quien según historiadores dedicados a investigar la vida de los santos católicos, fue una mujer practicante de una sólida piedad cristiana y que con frecuencia realizaba peregrinaciones a Bari (Italia), a Santiago de Compostela (España) y a Tierra Santa (Israel). Muchos historiadores católicos consideran que el estilo de vida piadoso-cristiano de la princesa Hortolana fue la base espiritual para que sus tres hijas recibieran y aceptaran el llamado a la vida monástica a pesar de haber nacido en una familia noble y acomodada, ya que la princesa Hortolana fue la madre biológica de Santa Inés de Asís, de Santa Beatriz de Asís, y por supuesto, de Santa Clara de Asís.
Existe una tradición oral que relata que, en oración y antes del nacimiento de Clara, Dios le reveló a la princesa Hortolana que "proveería (a Clara) de una luz que iluminaría al mundo entero"; acorde a esa misma tradición oral, esta es la razón por la que, al momento de recibir el sacramento del Bautismo, la niña fue bautizada con el nombre de "Clara" (que significa "resplandeciente" y "célebre") y esta revelación es el origen de la frase que ha acompañado a la devoción a esta santa hasta nuestros días: "Clara es tu nombre, y claro es tu vivir".

La pequeña Clara pasó su infancia en el palacio fortificado residencial de su familia, llevando una vida social casi nula fuera de su dinámica familiar (se dice que no tuvo amigos durante su infancia ni adolescencia, hasta que conoció a San Francisco de Asís). Sin embargo, también se dice que desde temprana edad (no encontramos datos de una edad exacta), la pequeña Clara comenzó a sobresalir en las virtudes cristianas pero gustaba de mortificarse con dureza usando ásperos cilicios de cuerdas; otro dato bastante interesante sobre la vida espiritual de la pequeña Clara era su devoción para rezar todos los días y a lo largo de todo el día, y otra tradición oral cuenta que las oraciones que recitaba diariamente eran tantas que debía auxiliarse de pequeñas piedras para contarlas.

La mortificación fue (y sigue siendo) una práctica bastante común y frecuente entre los santos durante su vida terrenal, y para que todos comprendamos la forma de mortificación de la pequeña Clara, te contaremos qué es un cilicio y en qué consiste.
Un cilicio es un accesorio ya no usado con tanta frecuencia en la actualidad pero usado con mucha frecuencia durante la Edad Media por diversas congregaciones de vida monástica; básicamente, consiste en una prenda de vestir utilizada para provocar dolor de manera deliberada en quien lo viste, con la intención de provocar una mortificación corporal de carácter físico que tiene como objetivo combatir las tentaciones e identificarse con los dolores corporales que Jesús soportó durante Su Pasión.

Cilicio de Cuerdas
(prenda usada por Santa Clara de Asís para mortificarse durante su infancia)

En 1212, el Padre Francisco (San Francisco de Asís) volvió de Roma ya ordenado sacerdote, por lo que poseía la autoridad pontificia para predicar; la conversión del joven aristócrata Francisco di Pietro di Bernardone (nombre verdadero de San Francisco de Asís) había sorprendido y conmovido a toda la ciudad de Asís, especialmente, a las demás familias aristócratas (entre las que se encontraba la familia de la joven Clara). Durante la Cuaresma de ese año, la joven Clara (a la edad de 18 años) le escuchó predicar en la Iglesia de San Rufino e inmediatamente, comprendió que el estilo de vida del Padre Francisco era exactamente la vocación que ella creía recibir de parte de Dios, es decir, la vocación a la vida religiosa consagrada.

La joven Clara tenía dos parientes cercanos que eran seguidores del Padre Francisco (Rufino y Silvestre), quienes le facilitaron los medios para reunirse y conversar con él sobre la vocación a la sentía que Dios la llamaba; a través de estos parientes, el Padre Francisco había escuchado hablar de la joven Clara, de su vida piadosa y de su vocación, y según la historia, en el momento que el Padre Francisco vio a la joven Clara, decidió "quitarle tan precioso botín al mundo malvado para con él, enriquecer al Divino Maestro (Jesús)", como si fuera algo que Dios le estuviera demandando hacer en aquel preciso momento. Desde aquel momento, el Padre Francisco se convirtió en el guía espiritual de la joven Clara, y más allá de eso, nació entre ellos una profunda amistad que perduró hasta la muerte de cada uno.

Como era de esperarse, los orígenes aristócratas de la joven Clara parecían ser un obstáculo importante en su aceptación de la vocación que Dios estaba haciéndole, ya que al igual que la mayoría de jóvenes de su clase social, su destino parecía ser la vida matrimonial al lado de algún hombre igual de importante dentro de su círculo social; y esta pudo haber sido la razón por la que la joven Clara huyó de su casa hacia la Iglesia de Porciúncula (el templo donde iniciaron todas las congregaciones franciscanas), lugar donde la esperaban varios frailes menores. Una vez dentro del templo, lo primero que la joven Clara hizo fue arrodillarse ante la imagen del Cristo de San Damián (la imagen a través de la que Dios llamó al Padre Francisco a su vida consagrada), ratificar su renuncia al mundo por amor al santísimo y amadísimo Niño envuelto en pañales y recostado sobre el pesebre (el Niño Jesús), y cambiar sus lujosas vestiduras propias de una princesa aristócrata por el tosco sayal que los frailes vestían a diario; después de eso y después de prometer obediencia total al Padre Francisco como su nuevo superior (ya no sólo como su guía espiritual), ingresó a la Orden de los Hermanos Menores luego de realizar los votos exigidos a todos los frailes que ya pertenecían a la congregación del Padre Francisco.

Ya siendo parte de la Orden de los Hermanos Menores, fue trasladada al Convento de las Benedictinas de San Pablo, simultáneo al momento en el que su familia se percató de su huída y descubrió el lugar donde la Hermana Clara estaba viviendo el llamado que Dios le había hecho y que había decidido aceptar; trataron de convencerla para volver a su antigua vida llena de lujos y comodidades, pero la joven Clara se negó rotundamente y para confirmar la autenticidad de su vocación, pidió al Padre Francisco la autorización para trasladarse a la Iglesia de San Ángel (en Panzo, Italia). En aquella época, la Iglesia de San Ángel tenía un pequeño convento donde residían exclusivamente mujeres practicantes de la piedad cristiana que ofrecían su vida como penitencia por los pecados del mundo, llevando una vida completamente monástica.

Aproximadamente 6 o 10 días después de la huída de la joven Clara, una de sus hermanas de sangre (Inés) siguió su mismo camino decidida también a consagrarse a la vida religiosa; pocos días después, Beatriz (la otra hermana de sangre de Clara e Inés), se presentó en la Iglesia de San Ángel para seguir los pasos de sus hermanas y abrazar la vida religiosa consagrada. Por indicaciones del Padre Francisco, Clara e Inés abandonaron la Iglesia de San Ángel para regresar a la Iglesia de San Damián (el lugar donde Clara renunció al mundo para consagrarse a Jesús e hizo los votos de ingreso a la Orden de los Hermanos Menores); la Iglesia de San Damián fue el lugar donde germinó y se desarrolló la vida de oración, de trabajo, de pobreza, de alegría y de todas las demás virtudes del carisma franciscano, y a partir de aquel momento, se convertiría también en el hogar de la Hermana Clara durante los próximos 41 años, hasta el día de su muerte.
Varios años después (se desconoce el momento exacto), la princesa Hortolana (ahora, Beata Hortolana de Asís) también se uniría al estilo de vida consagrada elegido por sus hijas, siendo una de las primeras mujeres de la época en unirse a la nueva congregación que Dios le confiaría dentro de poco a la Hermana Clara: la Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara o Hermanas Clarisas, como se les conoce popularmente.

El nuevo estilo de vida escogido voluntariamente por las mujeres de la noble familia Scifi causó una gran impresión en la ciudad de Asís, porque lejos de extrañar su antigua vida de lujos y comodidades, las Hermanas Clara, Inés, Beatriz y Hortolana lucían realmente felices en su nueva vida de pobreza y austeridad; esta impresión en la ciudad despertó el interés de otras mujeres de todos los niveles sociales, y ocasionó que la congregación naciente (aunque aún no constituida) comenzara a crecer de una forma acelerada a pesar de que la única condición que se exigía a las postulantes que deseaban ingresar, era repartir entre los pobres todos los bienes que poseían (la misma condición exigida por el Padre Francisco a los postulantes para su congregación).

Por norma general del voto de pobreza propuesto por el Padre Francisco, el nuevo convento de las Hermanas Clarisas no podía recibir dinero que no proveyera del trabajo realizado por las hermanas que pertenecían a él, o bien, de las limosnas que solicitaban diariamente en la ciudad confiadas a la caridad de las personas; este voto de pobreza quedó plasmado en la regla de vida que la Hermana Clara escribió pocos años después, regla de vida que debía ser aceptada y abrazada por todas las mujeres que, a partir de ese momento, quisieran consagrarse a Jesucristo a través de la congregación que Dios estaba a punto de confiarle.

Gracias a la mediación del Padre Francisco, la regla de vida escrita por la Hermana Clara para las hermanas del Convento de San Damián fue aprobada 1215 por Su Santidad Inocencio III; hasta ese momento, el Padre Francisco había fungido como director de ambas órdenes religiosas, tanto de la orden de frailes que residían en la Iglesia de Porciúncula como de las hermanas que ahora residían en el Convento de San Damián. Sin embargo, esto tenía que cambiar ahora que el Papa Inocencio III había aprobado la regla de vida escrita por la Hermana Clara, ya que una de las condiciones del Sumo Pontífice para su aprobación fue que las hermanas que residían en el Convento de San Damián debían tener una superiora que las gobernara eclesialmente y que se mantuviera en comunión con la jerarquía de la Iglesia; a partir de ese momento y por orden expresa del Padre Francisco, la Hermana Clara recibió el título de "Abadesa del Convento de San Damián", lo que significaba que, a partir de ese momento, la Hermana Clara poseía la autoridad eclesial respaldada por la Santa Sede para gobernar a las hermanas que integraran la congregación que residía y servía en el Convento.

En ese momento nació el nombre de "Hermanas Clarisas" (oficialmente, Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara), título que proviene del nombre "Clara" por el hecho que Santa Clara de Asís fue la primera superiora oficial de la Congregación, aunque no fue la fundadora como tal porque la Congregación surgió como una "extensión femenina" de la Congregación ya iniciada anteriormente por el Padre Francisco (ahora, San Francisco de Asís).

Pintura de la Profesión de Votos Monásticos de Santa Clara de Asís
(Autor desconocido)

Desde los inicios de la nueva congregación, la Madre Clara (título con el que comenzaron a llamarla desde ese momento por su rango de Superiora) siempre luchó porque la Comunidad que Dios le había confiado viviera la vocación de la pobreza, negándose a recibir cualquier bien material que representara alguna comodidad para su vida. En 1216, y a petición de la Madre Clara, Su Santidad Inocencio III concedió a la Comunidad el privilegio de la pobreza, uno de los elementos que forma parte de la mística de la Orden hasta la actualidad.

Si hubo una virtud en Santa Clara de Asís que, según sus historiadores, destacaba en ella sobre cualquier otra, era su humildad y su sencillez a pesar de sus orígenes en la nobleza italia y del nuevo cargo que Dios le había confiado. Se dice que, a pesar de ostentar el título de "Superiora del Convento de San Damián", la Madre Clara tenía la costumbre de servir la mesa en todos los tiempos de comida para que las demás hermanas sólo se sentaran a la mesa, y antes de eso, también les acercaba el agua para que lavaran su manos; también, cuentan sus historiadores que tenía una profunda vocación de cuidado hacia su prójimo, independiente de si fueran las demás hermanas del Convento o si fuera algún enfermo que el Padre Francisco enviara para que lo cuidaran hasta su recuperación, quienes sanaban con los cuidados que recibían de las hermanas y de la Madre Clara.
Según las primeras hermanas del Convento de San Damián cuyo testimonio quedó documentado por historiadores, no era nada extraño ver por las noches a la Madre Clara rondando por las habitaciones de las hermanas, con el único objetivo de verificar que estuvieran cubiertas para que no pasaran frío por las bajas temperaturas que usualmente se percibían en la ciudad de Asís.

Era una mujer incansable e imbatible a la hora de trabajar, algo que no obviaba ni siquiera estando enferma en la medida que sus fuerzas se lo permitían porque sus periodos de enfermedad eran frecuentes, prolongados, y en ocasiones, bastante dolorosos; sin embargo, y a pesar de encontrarse en ese estado, tampoco era extraño verla postrada en una cama (supuestamente, recuperándose de su quebranto de salud) pero tejiendo los corporales que luego enviaba a las iglesias pobres de las montañas aledañas a la ciudad de Asís, iglesias que aparte de ser más pobres que el Convento de San Damián, tenían la limitante adicional que su difícil acceso las había marginado del acompañamiento permanente de las autoridades eclesiales locales en la satisfacción de sus necesidades litúrgicas.
No obstante, la Madre Clara era un ejemplo a seguir no sólo en su amor al trabajo como medio de sostenimiento del Convento y de bendición a otros, sino que también lo era en su vida de oración.

Acorde al trabajo realizado por varios historiadores católicos dedicados a documentar la vida de los santos, se dice que la Madre Clara permecía largas horas frente al Cristo de San Damián (el mismo que le habló al Padre Francisco) después de meditar la última oración de la Liturgia de las Horas (conocida normalmente como "completas"), llegando incluso a altas horas de la madrugada; mientras permanecía frente al Cristo de San Damían, rezaba y meditaba el Oficio de la Cruz, un modelo de oración escrito por el Padre Francisco para celebrar la Liturgia de las Horas y meditar profundamente sobre el sacrificio de amor que Jesús aceptó al aceptar la humillante y dolorosa muerte en la cruz. Y contrario a lo que humanamente pudiera pensarse, permanecer orando hasta altas horas de la madrugada no era impedimento alguno para que horas más tarde, la Madre Clara se despertara antes del amanecer para levantar a las demás hermanas y tocar la campana para llamar a la primera celebración de la Santa Misa.

Actual Santuario de San Damián, lugar donde funcionaba el antiguo Convento de San Damián

Cuenta una leyenda que, en cierta ocasión, Su Santidad Inocencio III visitó el Convento de San Damián y la Madre Clara hizo preparar el pan para que el Papa lo bendijera durante su estancia en el Convento, pero a sorpresa de la Madre Clara, el Sumo Pontífice le pidió que fuera ella quien lo bendijera, algo a lo que ella se negó rotundamente; sin embargo, sabedor y consciente de la vida de oración de la Madre Clara, el Papa la instó en santa obediencia a que hiciera la señal de la Santa Cruz sobre los panes y que los bendijera en nombre de la Santísima Trinidad, y cuando la Madre Clara los bendijo como el Sumo Pontífice se lo había pedido, inmediatamente apareció una cruz en todos los panes que habían sido objeto de la bendición.


Sin caer en la falsedad de mostrar un doble rostro, la Madre Clara reconocía la autoridad espiritual del Padre Francisco por ser el director espiritual del Convento de San Damián e incluso, por aún ser su director espiritual individual, y ese sometimiento se manifestaba en su disposición total para siempre recibir dirección, reprensión (cuando era necesario) y consuelo de parte de Dios a través del Padre Francisco; sin embargo, las hermanas del Convento de San Damián tenían otro concepto sobre ella, ya que acorde a varios testimonios que fueron documentados, la Madre Clara siempre estaba revestida de una fortaleza sobrenatural en los momentos difíciles y especialmente, en los momentos donde tenía que defender y proteger de lo que fuera a las hermanas del Convento.

Por aquella época, el Rey Federico II de Sicilia mantenía una guerra contra el Papa y los Estados Pontificios (los territorios de la actual Italia que estuvieron bajo la autoridad política del Papa -en turno- entre los años 756 y 1870), siendo bastante frecuentes los ataques perpetrados por arqueros mahometanos (seguidores del profeta Mahoma) con quienes el ejército siciliano se había aliado para tratar de derrotar a los Estados Pontificios; en 1240, los soldados musulmanes ejecutaron un ataque contra el Convento de San Damián, algo que no sólo podría significar la muerte para la Madre Clara y las demás hermanas, sino que también una potencial violación sexual de parte de los atacantes (como había sucedido en otros ataques a conventos donde habían mujeres). 
Mientras los atacantes musulmanes intentaban derribar las puertas del convento, llenas de miedo pero confiadas en la fortaleza sobrenatural irradiada por la Madre Clara, las hermanas del convento se acogieron en su Madre Superiora a pesar de que ésta se encontraba enferma en aquel preciso instante, y lejos de resignarse a únicamente orar a Dios desde su cama y esperar el trágico desenlace que ya parecía inevitable, la Madre Clara ordenó que la movieran hasta la puerta del convento, que le trajeran el cáliz de plata donde se reservaba la hostia consagrada (el Santísimo Sacramento), y con mucho esfuerzo por su estado de salud actual, se arrodilló ante Él pidiendo la protección del Cielo para ella y para sus hijas (las demás hermanas). Cuentan los testimonios de las hermanas que presenciaron este acto, que inmediatamente la Madre Clara terminó de orar, salió del cáliz la voz de un niño que dijo lo siguiente: "Yo las guardaré siempre"; y en ese instante, los soldados musulmanes dejaron de arremeter contra las puertas del convento y simplemente, se marcharon.
A este milagro se debe que a Santa Clara de Asís se le asocia fuertemente con el Santísimo Sacramento del Altar, y que en la iconografía cristiana católica, se le representa con frecuencia sosteniendo aquel cáliz de plata donde se reservaba el Santísimo frente al que oraron durante aquel ataque del ejército musulmán.

En 1241, Dios obró otro milagro similar a través de la Madre Clara, con la diferencia que ahora contó con la intercesión de todas las hermanas del Convento de San Damián.
Una vez más, el Rey Federico de Sicilia lanzó un ataque contra la ciudad de Asís donde el objetivo era destruirla por completo y no dejar sobreviviente alguno. Al notar nuevamente la inminente catástrofe que venía para toda la ciudad, la Madre Clara instó a las demás hermanas del Convento a que recurrieran a la promesa de aquel Niño que les había hablado a través del cáliz donde se reservaba el Santísimo durante el ataque musulmán al Convento, y que clamaran juntas por la protección de la ciudad; cuenta la historia que, apenas habían terminado aquel clamor cuando las tropas sicilianas se retiraron repentinamente, como si el mismísimo Rey Federico hubiera dado la orden de detener el ataque y retirarse o como si algo las hubiera espantado.
Este acontecimiento fue reconocido por los asisienses (los habitantes de la ciudad de Asís) como "una victoria del Cielo sobre los enemigos del Papa", y dada la fuerte influencia que la fe católica ha tenido sobre la política italiana desde aquellos tiempos, esta victoria es celebrada anualmente como fiesta nacional aún hasta estos días.

Muchos historiadores católicos coinciden en que la mayor muestra de la fortaleza espiritual de la Madre Clara fue "la lucha" que sostuvo por muchos años con Su Santidad Gregorio IX. Pensando en el bienestar de los hermanos que abrazaban la vida consagrada bajo sus diferentes formas, el Papa Gregorio IX intentó varias veces convencer a la Madre Clara para que el Convento de San Damián recibiera algunos bienes materiales en calidad de donación (así como lo hacían las demás congregaciones religiosas), con el único fin de mejorar la calidad de vida de las hermanas que residían en él; sin embargo, la Madre Clara se negaba radicalmente en cada uno de los intentos del Sumo Pontífice por convencerla.
La discrepancia entre ambos llegó a tal extremo que, en cierta ocasión, el Papa le dijo a la Madre Clara que "si ella y su Congregación se creían ligadas a la pobreza por el voto que realizaron voluntariamente, él tenía el poder y la obligación de desligarlas a ese voto si lo consideraba prudente y necesario", a lo que según los historiadores, la Madre Clara le respondió lo siguiente: "Santísimo Padre, desatádme de mis pecados, pero no de la obligación de seguir a nuestro señor Jesús desde el voto de la pobreza, para imitarlo en la forma como Él quiso venir a este mundo".
Finalmente, el 09 de agosto de 1253 y dos días antes de su muerte, Su Santidad Inocencio IV concedió a la Madre Clara el derecho perpetuo de ser y permancer siempre pobre en cuanto a riquezas materiales.

La muerte de la Madre Clara estuvo precedida de una agonía en la que recibió la visita de Su Santidad Inocencio IV, el último Sumo Pontífice a quien la Madre Clara se sometió en obediencia durante su vida terrenal antes de su muerte; durante esta visita (realizada en el verano de 1253), la Madre Clara pidió al Papa Inocencio IV que le ministrara la bendición apostólica (una bendición especial ministrada exclusivamente por el Sumo Pontífice y, en casos especiales, por el Arozbispo u Obispo) y la absolución de sus pecados a través del sacramento de la Reconciliación. Ante esta petición, el Papa le respondió lo siguiente: "Quiera el Cielo, hija mía, que yo tenga tanta necesidad como tú de la indulgencia de Dios"; y después de eso, le concedió lo que le había pedido. Desde el día de la visita del Papa, las hermanas del convento no se separaron del lecho de la Madre Clara, quien por causa de la enfermedad, no pudo consumir alimento durante dos semanas consecutivas pero tampoco le faltaron las fuerzas físicas para vivir su agonía de manera consciente, y de vez en cuando, dar indicaciones directas a las hermanas sobre asuntos relacionados al Convento.
Algunos devotos actuales de Santa Clara de Asís, luego estudiar a la luz del Magisterio de la Iglesia la respuesta del Papa Inocencio IV a la Madre Clara cuando le pidió la bendición apostólica y la absolución de sus pecados, resaltan la importancia de siempre orar pidiéndole a Dios que siempre nos permita ser conscientes de la necesidad que tenemos de Su Misericordia, sin importar los dones y carismas que Él nos haya concedido y los prodigios que nos permita obrar en Su nombre para la edificación de la Iglesia (como nos lo dice San Pablo).

Sobre la agonía de la Madre Clara, hay una historia que cuenta que, en una de las tantas etapas de dolor físico intenso que sufrió, dirigió su mirada hacia la puerta de su habitación y vio entrar a una procesión de doncellas vestidas de blanco y con una corona de oro en sus cabezas; entre estas doncellas, había una que destacaba entre las demás por la intensidad de la luz que irradiaba, tanto así que a pesar que era de noche, la habitación de la Madre Clara se iluminó como si fuera de día. Por revelación divina, la Madre Clara supo que se trataba de la Buena Madre, la Bienaventurada Virgen María; al llegar al lecho donde ella se encontraba postrada por la enfermedad, se inclinó amorosamente sobre ella y le dio un abrazo. 

Finalmente, la Madre Clara murió el 11 de agosto de 1253 a la edad de 59 años, rodeada por sus hijas espirituales (las hermanas del Convento) y por los frailes León, Ángel y Junípero, quienes se dice que eran bastantes cercanos a ella y con quienes también compartía una profunda amistad, así como con el Padre Francisco. Hasta la fecha, no se conocen datos ni detalles exactos sobre la causa de su muerte, aunque se sabe que la Madre Clara estuvo enferma durante 27 de los 41 años que residió en el Convento de San Damián; se cree que sus constantes episodios de enfermedad se debieron a la vida de privaciones y austeridades que ella escogió de manera voluntaria como parte de su entrega a Jesús.
Su muerte fue un acontecimiento que impactó y conmovió a toda la ciudad, tanto así que a su sepelio acudieron todas las familias nobles de Asís y altos funcionarios públicos de la ciudad y más allá de ella, entre ellos, el podestá de turno (en aquella época, la máxima autoridad civil de las ciudades del centro y el norte de Italia), quien llegó a su sepelio con una corte de caballeros y una tropa de hombres armados que hicieron guardia entorno a los restos mortales de la Madre Clara durante la tarde y la noche del día de su fallecimiento; y al día siguiente, se hizo presente el Papa Inocencio IV junto a todo el colegio cardenalicio activo en aquella época.

Luego de su muerte, la Madre Clara fue recordada inmediatamente por ser una seguidora fiel del Padre Francisco (San Francisco de Asís), a quien siempre le atribuyó ser el artífice del descubrimiento de su vocación a servirle a Dios a través de la vida religiosa consagrada, llamándose a sí misma "la humilde planta del bienaventurado Padre Francisco"; según algunos testimonios de los hermanos de la Congregación más cercanos a él, San Francisco de Asís siempre la consideró como la cofundadora que Dios eligió para la Orden Franciscana, aunque se desconoce si en algún momento se lo expresó.

Hasta el momento de la publicación de esta nota y hasta este momento de la historia de nuestra Santa Madre Iglesia Católica, Santa Clara de Asís es la única mujer llevada a los altares que redactó una regla de vida religiosa exclusiva para mujeres que, libremente, quieran consagrar su vida a Dios a través del servicio en alguna congregación religiosa; y aún así, el contenido y la estructura de esta regla de vida (que fue aprobada por Su Santidad Inocencio III en 1215), discrepa muchísimo de las tradicionales reglas monásticas bajo las que se rigen la mayoría de congregaciones religiosas.

Fue canonizada el 26 de septiembre de 1255 por Su Santidad Alejandro IV, apenas dos años después de su muerte. Su proceso de canonización ha sido uno de los más cortos de la historia de la Santa Madre Iglesia Católica, posiblemente porque muchos habitantes de la ciudad de Asís la consideraban santa desde antes de su muerte por la vida de piedad demostrada por la Madre Clara y por los prodigios que obró durante su vida en beneficio de toda la ciudad de Asís, especialmente, aquella vez donde su intercesión y la de las demás hermanas del Convento detuvieron el ataque del Rey Federico de Sicilia contra la ciudad.
Sus restos mortales se encuentran incorruptos en la cripta de la Basílica de Santa Clara, en la ciudad de Asís, Italia. Actualmente, su memoria litúrgica en el Santoral se celebra el 11 de agosto; sin embargo, un dato poco conocido sobre su fiesta es que, antes de la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II, se celebraba el 12 de agosto.

Restos incorruptos de Santa Clara de Asís, en la cripta de la Basílica de Santa Clara en Asís (Italia)

En cuanto a los patronazgos que se le atribuyen, Santa Clara de Asís fue declarada de manera eclesial como Patrona de la Televisión, y de manera popular, también es considerada Patrona de las Telecomunicaciones y de todos los profesionales que se dedican a esta área tecnológica tan importante para la sociedad moderna y para la Evangelización misma.
A finales de la década de los 50's, la televisión comenzó a posicionarse como uno de los avances tecnológicos relacionados a la comunicación social más importantes en la sociedad moderna; en aquel entonces, Su Santidad Pío XII optó que era prudente que la Santa Madre Iglesia brindara su protección y bendición para este avance tecnológico que, indudablemente estaba cambiando y cambió la vida de la humanidad, y en 1958, publicó una Carta Apostólica donde proclamaba a Santa Clara de Asís como "Patrona de la Televisión". En dicha carta, se expresa que la Iglesia Católica siempre apoyará el avance y la innovación de la tecnología, así como también recomendó el uso de las nuevas tecnologías que surgieran actualmente y en el futuro para la proclamación del Evangelio; también, se afirma que la televisión es capaz de ejercer una fuerte influencia en la sociedad para incitarla a hacer el bien como a hacer el mal y requería de un santo patrono que la proteja espiritualmente, siendo Santa Clara de Asís la elegida para ejercer la protección de esta tecnología novedosa para la época.

La razón por la que Su Santidad Pío XII encomendó el patronazgo de la televisión a Santa Clara de Asís se debe a un episodio sobrenatural experimentado por la santa durante su vida terrenal. Cuenta la historia que, durante la Solemnidad de la Natividad del Señor (Navidad), Santa Clara de Asís estaba enferma al extremo de no poder asistir presencialmente a la Santa Misa, ya que se encontraba postrada en cama; sin embargo, quedándose en el Convento de San Damián, Dios le concedió una visión en tiempo real de lo que estaba sucediendo en la Santa Misa a la que la Madre Clara hubiera asistido si no hubiera estado enferma, y al compartirlo con las demás hermanas del Convento que sí asistieron a la Santa Misa, las hermanas confirmaron que todos los detalles que Santa Clara de Asís aseguraba haber visto en aquella visión, realmente había sucedido en aquella celebración eucarística. 
Aquella experiencia sobrenatural se asemejó a una "televisión espiritual", como si aquella Santa Misa hubiera sido transmitida espiritualmente para satisfacer el deseo y la necesidad de la Madre Clara de vivir la Santa Misa en aquel momento de enfermedad que le impedía hacerlo de manera presencial, algo que no era extraño si recordamos su profunda devoción a Jesús Sacramentado.

Arreglo de Antenas de Red Móvil, una de las áreas de las Telecomunicaciones 
(rama tecnológica encomendada al patronazgo de Santa Clara de Asís)

"Santa Clara de Asís, nos encomendamos a tu protección e intercesión junto a todas las plataformas católicas que utilizamos las telecomunicaciones y las nuevas tecnologías para anunciar el Evangelio y llevar consuelo a quienes lo necesitan en estos tiempos difíciles; con tu intercesión, ayúdanos a descubrir cada día la belleza de abandonarnos a la misericordia del Santísimo Sacramento, y mantener presente que Él es el protagonista y artífice de cualquier éxito o logro que podamos alcanzar."

Amén 

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